jueves, 17 de abril de 2025

Un gran acuerdo nacional en salud

Por Jaime Calderón Riveros – Ingeniero Comercial
Santiago, 17 de abril de 2025

Cuando a un enfermo no se le descubre la causa de su mal, estamos ante el peor escenario para lograr su recuperación. Se le piden exámenes, se consultan diversas opiniones, pero el paciente sigue grave. Lo mismo ocurre con nuestro sistema de salud.

Salud, entendida como el equilibrio orgánico o la ausencia de enfermedades, no es lo mismo que medicina, que corresponde al conjunto de herramientas para sanar. Llevamos décadas acumulando diagnósticos, comisiones de expertos y visiones políticas, pero los resultados siguen siendo dramáticos: millones de personas en listas de espera, donde mueren diez veces más pacientes que durante los sucesos del año 1973, sin que se formen comisiones investigadoras. Hay miles de cirugías postergadas y más de 15.000 pacientes con cáncer con atención retrasada.

Todo esto ocurre a pesar de un gasto creciente en salud, que en términos del PIB se ha duplicado en la última década. “¿Qué te pasó, Pablo?”, nos escribió un destacado escritor años atrás. Hoy, esa pregunta parece más vigente que nunca.


Un diagnóstico complejo

El problema de nuestro sistema de salud es multifactorial. En primer lugar, hemos confundido la salud como un ámbito exclusivo de médicos, cuando en realidad es una disciplina profundamente interdisciplinaria. Médicos, enfermeras, matronas, profesionales de la salud, arquitectos, ingenieros, economistas: todos tienen un rol.

Un médico me comentaba, con ironía y resignación, que “en nombre de Dios y de la ciencia” se han desarrollado proyectos absurdos: se compran equipos por millones de dólares, pero no se considera el costo de operación ni personal. Los equipos terminan almacenados por años, y cuando se intentan instalar, los softwares ya están obsoletos.

La salud toca lo esencial del ser humano: la vida misma. Por eso, coordinar estas visiones diversas es tan complejo. Y en muchos casos, básico: los hospitales públicos, por ejemplo, ni siquiera cuentan con gerentes.

En segundo lugar, nos afecta una visión anticuada de la salud pública, anclada en los años 50, donde el Estado actúa como dueño de los pacientes. Esto fomenta un monopolio estatal y desconoce los avances en medicina privada, en mutuales de seguridad, y la necesidad de centrar el sistema en el paciente, no en la institución. No importa si el prestador es público o privado, lo fundamental es que el paciente reciba atención oportuna y de calidad.

En tercer lugar, la politización del sector y la excesiva injerencia de los gremios han impedido avances sustanciales. Un ejemplo es el Plan AUGE, impulsado en los 2000, que significó un salto en cobertura de enfermedades bajo el modelo de “cobertura explícita” recomendado por el BID. Sin embargo, una de sus columnas —la modernización hospitalaria a través de concesiones— fue detenida por el gobierno siguiente. ¿El resultado? Veinticinco años después, aún no se termina el Hospital Salvador en Providencia. La razón: la oposición de los gremios.

En cuarto lugar, la falta de liderazgo político ha sido decisiva. La “Ley Corta”, junto a la resolución inconstitucional de la Corte Suprema frente a la crisis del sistema privado, demostró que ni el Ejecutivo ni el Legislativo abordaron a fondo los problemas. Esto provocó una judicialización masiva del sistema, frenando inversiones y sumiendo al sector en la incertidumbre.


Los ejes de una reforma estructural

La resolución de la crisis sanitaria en Chile exige una transformación profunda, estructurada en cinco grandes ejes:

1. El paciente al centro del sistema. Debe poder elegir libremente a su prestador en un sistema mixto que combine lo mejor del sector público y privado. La libertad de elección y el trato digno deben ser principios rectores.

2. Una modernización institucional profunda. El Ministerio de Salud necesita una nueva estructura, con un ministro con visión macro, apoyado por una comisión de expertos multidisciplinarios. El Ministerio debería contar con vicepresidencias ejecutivas, y los hospitales públicos deben tener directorios y gerencias capaces de captar inversión privada y beneficencia. Urge además implementar:
  • Un sistema electrónico independiente de licencias médicas.
  • Una ficha única universal que haga realidad el anhelado hospital digital
  • Concesionar toda la red hospitalaria.
  • Un Fonasa orientado al paciente, no a la burocracia.

Y me permito una propuesta adicional: ¿podría el servicio militar social pagado ser una herramienta para alfabetizar, acompañar y fortalecer la salud y la cohesión social del país?

3. Una política preventiva a gran escala. El país necesita enfrentar con decisión el alcoholismo juvenil, la drogadicción, la obesidad, los problemas de salud mental y dental. Esto requiere incorporar tecnología, potenciar diagnósticos preventivos (mamografías, colonoscopías, imágenes médicas) e integrar efectivamente a CESFAM, hospitales y mutuales.

4. Un seguro catastrófico universal obligatorio. Nadie debería perder su hogar o sus ahorros por enfrentar una enfermedad de alto costo. Un seguro universal protege tanto al paciente como al sistema.

5. Un nuevo estatuto para los trabajadores de la salud. Este debe garantizar estabilidad, protección, pero también promover productividad, innovación y mejora continua.


El desafío es ahora

El envejecimiento de la población y la baja natalidad son tendencias ineludibles. Chile necesita una política de Estado que permita enfrentar estos desafíos bajo un gran acuerdo nacional en salud.

Soy corredor de running, y recuerdo un cartel al final de una carrera que decía: “Faltan solo tres kilómetros, ahora es pura cabeza”. Aunque uno vaya exhausto, con determinación se llega. En salud, no podemos desfallecer.

He compartido esta lucha con destacados políticos y economistas. Como alguien me dijo una vez: “la vida con sueños compartidos”. Pienso en ese inmigrante italiano que llegó con cien dólares al bolsillo y construyó un imperio a fuerza de trabajo. No exigía derechos, construía futuro. Pienso también en esa señora humilde que llega al consultorio a las cinco de la mañana, en los pacientes esperando en ambulancias, o en los enfermos de cáncer que mueren sin atención.

Es inconcebible que Chile, un país que tanto ha avanzado en otras áreas, viva una crisis sanitaria de esta magnitud.

Chile es un gran país y se merece un mejor sistema de salud: justo, eficiente, moderno y centrado en las personas. El momento es ahora. Hagamos un gran acuerdo nacional y solucionemos, de una vez por todas, los graves problemas del sector salud.