Dieter Linneberg Arancibia (Economista Fen UdeCh)
Jaime Calderón Riveros (Ingeniero Comercial Fen UdeCh)
La reciente crisis por el aumento explosivo de licencias médicas fraudulentas ha encendido las alarmas en el país. Sin embargo, este fenómeno representa solo la punta del iceberg de una problemática mucho más profunda que afecta estructuralmente a nuestro sistema de salud. En otras palabras, el fraude en licencias no es el problema en sí, sino el síntoma visible de un modelo colapsado, mal gestionado y sin visión de Estado.
En la última década, el gasto en salud en Chile ha pasado del 7,2% del PIB en 2013 al 10,1% en 2023. Este aumento sitúa al país por encima del promedio latinoamericano, pero aún por debajo de la media de los países OCDE, que alcanza un 12,9%. A pesar de esta mayor inversión, los resultados no son alentadores. Hoy enfrentamos una realidad alarmante: 2,9 millones de personas en listas de espera, de las cuales 1,8 millones esperan por una consulta de especialidad; más de 350 mil cirugías postergadas; y lo más grave, más de 15 mil pacientes con cáncer que han visto retrasado su tratamiento. Estas cifras no solo reflejan ineficiencia, sino también una amenaza directa a la vida y dignidad de miles de chilenos.
Un sistema mal diagnosticado
La salud en Chile es un enfermo mal diagnosticado con muchas improvisaciones, decisiones fragmentadas, voluntarismos, parches que no responden a una estrategia sanitaria de largo plazo. A pesar de que contamos con un desarrollo económico considerable, el sistema de salud no ha sido capaz de modernizarse al mismo ritmo. Seguimos sin una ficha clínica universal, sin sistemas digitales eficientes, sin control en listas de espera, y con una gestión insuficiente.
Las soluciones deben ir mucho más allá del control del fraude. Requieren una transformación profunda del sistema. Para ello, se proponen cinco ejes estratégicos que deben guiar la reforma de la salud pública en Chile:
1. Poner al paciente en el centro
Durante décadas, el paciente ha sido el gran olvidado. Las políticas públicas parecen girar en torno a las instituciones y no a las personas. No importa si la atención proviene del sector público o privado; lo que realmente importa es que el sistema funcione y mejore la calidad de vida de quienes lo necesitan, sin prejuicios ni sesgos ideológicos.
Como decía Deng Xiaoping: “No importa de qué color sea el gato, lo importante es que cace ratones”. El paciente debe estar primero, siempre.
2. No confundir salud con medicina
Uno de los errores más comunes es tratar los desafíos del sistema de salud solo desde la perspectiva médica. La salud es un estado de equilibrio orgánico y ausencia de enfermedades y medicina se refiere a un conjunto de herramientas cuyo objetivo es sanar al paciente.
Resolver los problemas estructurales de la salud requiere un enfoque multidisciplinario: médicos, enfermeras, matronas, profesionales de la salud, ingenieros, arquitectos, economistas, informáticos y gestores deben trabajar en conjunto para repensar el sistema desde sus cimientos.
3. Modernizar el Estado y su estrategia sanitaria
El Estado necesita actualizarse. La demografía está cambiando: para el año 2026, el 20% de la población tendrá más de 60 años; y para 2050, superará el 32%. Este cambio traerá un nuevo perfil epidemiológico, con enfermedades crónicas y de larga duración que requieren un enfoque distinto al actual.
Se necesita un sistema sanitario con visión de Estado, liderado por autoridades con una mirada macro, respaldadas por consejos técnicos y profesionales. Se deben crear vicepresidencias ejecutivas, gerencias hospitalarias, modernizar FONASA orientándolo al paciente, y avanzar de manera urgente hacia una ficha clínica única, un sistema electrónico de licencias médicas y una red digital integrada con una ficha única universal para hacer realidad el anhelado hospital digital, donde el sistema de concesiones es un camino de financiamiento.
4. Fortalecer un sistema mixto en salud y dar certeza jurídica
Chile tiene un sistema de salud mixto, donde lo público y lo privado trabajen en colaboración, como quedó demostrado en la pandemia. La libertad del paciente para elegir su prestador no solo es un derecho, sino que genera una mejor asignación de recursos y mejora la calidad del servicio. Los monopolios, sean públicos o privados, terminan generando ineficiencia y desigualdad.
5. Priorizar la prevención
En los años 60, el doctor Fernando Monckeberg y el INTA fueron capaces de erradicar la desnutrición infantil mediante una política pública integral. Hoy, enfrentamos nuevos desafíos de salud pública: obesidad infantil, salud mental, consumo problemático de alcohol y drogas, y enfermedades dentales crónicas.
La prevención debe ser el eje central del gasto en salud. Esto incluye fortalecer exámenes preventivos como mamografías, colonoscopías, diagnósticos por imágenes, y desarrollar una red preventiva entre hospitales, mutuales y centros de salud familiar. Un sistema de concesiones público-privadas puede ser un aliado clave para impulsar esta transformación.
Medidas complementarias urgentes
Además de estos ejes, es imprescindible:
- Crear un seguro universal catastrófico que proteja a los pacientes ante enfermedades graves.
- Aprobar un Estatuto del Trabajador de la Salud que fomente la carrera profesional, dignifique el trabajo en salud y proteja a los funcionarios de agresiones.
Una crisis nacional
No es posible que Chile, que ha tenido avances importantes en tantas áreas, continúe arrastrando una crisis sanitaria estructural de esta magnitud. Con el envejecimiento poblacional y la baja natalidad, los desafíos del sistema de salud solo se agravarán si no se toman medidas desde ahora.
Esta es una responsabilidad colectiva, y todos —autoridades, profesionales, universidades, y ciudadanos— debemos contribuir para que la salud deje de ser un lujo o una lotería, y se convierta en lo que realmente debe ser: un derecho garantizado y efectivo para todos.
Santiago, mayo 30, 2025
Artículo publicado en El Libero el 24 de mayo del 2025