jueves, 20 de noviembre de 2025

En nombre de Dios y de la ciencia

Por Jaime Calderón Riveros
Ingeniero Comercial (FEN – U. de Chile)

“En nombre de Dios y de la ciencia”, me respondió un distinguido médico cuando le señalé un grave error técnico en una decisión de salud. Su reacción resume un problema profundo: durante décadas, la improvisación, el voluntarismo, las presiones gremiales y el peso de ciertas personalidades han dominado un sector que exige rigor, evidencia y gestión moderna. Las consecuencias están a la vista: millones de personas en listas de espera, miles de cirugías postergadas y más de quince mil pacientes oncológicos sin atención oportuna. Paradójicamente, estudios recientes muestran que el sector privado, con la mitad de los recursos, atiende un número similar de pacientes. Todo esto mientras el presupuesto público en salud se ha duplicado en diez años, síntoma evidente de un enfermo mal diagnosticado.

No responsabilicemos a médicos ni trabajadores de la salud. Su labor, muchas veces heroica, merece el más alto reconocimiento. El problema es sistémico: una institucionalidad rígida, un enfoque de salud pública que no incorporó avances tecnológicos, administrativos ni económicos, y una confusión conceptual persistente. Salud no es lo mismo que medicina: la primera es equilibrio y prevención; la segunda, la ciencia de curar. Resolver esta crisis requiere arquitectos, ingenieros, economistas, enfermeras, matronas, médicos y muchos otros profesionales trabajando de manera integrada.

Tampoco hubo liderazgo ni coraje político para detener ni acusar a los jueces por la inconstitucional resolución de la Tercera Sala de la Corte Suprema, que según el Observatorio Judicial constituye una grave alteración del orden democrático al reinterpretar la ley. Esta crisis se incubó por años: la falta de corrección oportuna del mecanismo de reajustabilidad del sistema privado en los 2000, advertido en su momento por ministros de la Corte; la resolución del Tribunal Constitucional de 2010 que terminó por judicializar el sistema y el traspasar del problema al Ejecutivo. Todo ello derivó en la crisis integral que hoy enfrentamos.

Pero no hay noche que no termine en amanecer. La crisis actual debe invitarnos a reflexionar. Todos queremos un sistema de salud mejor para Chile, más allá de las diferencias políticas. Y para avanzar, debemos enfrentar tres debates fundamentales.


1. El sistema debe poner al paciente en el centro

El juramento hipocrático es claro: “La salud de mis pacientes será la prioridad de mi trabajo.” Sin embargo, ese espíritu se ha ido perdiendo. Hoy la discusión se concentra en si debemos avanzar hacia un seguro único estatal —como propone el actual gobierno, con un monopolio público y el sector privado relegado a un “segundo piso”— o hacia un modelo donde los pacientes elijan libremente a su prestador, público o privado.

Algunos economistas defienden el seguro único como mecanismo de racionalización del gasto. Pero surge una pregunta esencial: ¿puede un burócrata asignar recursos mejor que las propias personas? La libre elección, por sí misma, tiende a generar una asignación más eficiente.

La alternativa es subsidiar directamente al paciente, permitiéndole decidir dónde atenderse. Éste es el primer nudo que debemos desatar.


2. Modernizar el Estado: un desafío postergado por décadas

Aunque la modernización del sector público ha sido ampliamente estudiada, el área de salud suele quedar fuera por su complejidad, pese a ser una de las más costosas junto con educación. Intentos como el Informe Caldera, liderado por el exministro Carlos Massad, fueron sistemáticamente bloqueados por gremios que se oponen a cualquier cambio.

Sobran ejemplos: la paralización del programa de concesiones, que junto con el plan AUGE durante el gobierno del expresidente Lagos habría significado un avance relevante y cuya detención retrasó proyectos emblemáticos —como el Hospital Salvador— por más de diez años, por razones estrictamente ideológicas. La oposición del Colegio Médico a la fiscalización de licencias médicas, semanas antes de que la Contraloría revelara un fraude masivo —incluido un médico con más de 21 mil licencias—. La decisión de instalar en Providencia una sede del Hospital Félix Bulnes, con altos costos de traslado de pacientes y personal. O hospitales multimillonarios aprobados por dos ministerios que hoy no cumplen normas básicas de arquitectura hospitalaria.

Modernizar exige decisiones estructurales: reformar el Ministerio con una visión macro respaldada por una comisión multidisciplinaria; concesionar la red hospitalaria; implementar ficha clínica única y licencias médicas digitales mediante concesiones; corregir el sistema de compras públicas —hoy con severos sobregastos—; profesionalizar la gestión con directorios corporativos; y permitir que los hospitales capten inversión privada y donaciones.


3. Educación sanitaria y prevención: la salud no está en el hospital

La salud se construye en el entorno, no en el hospital. Por ello, urge un Plan Nacional Preventivo que integre el trabajo de mutualidades, centros de salud familiar y la red hospitalaria, con recursos dirigidos a reforzar la medicina familiar.

Chile necesita políticas sólidas en nutrición, actividad física, salud mental, salud bucal y una legislación más estricta sobre alimentos. Debemos también prepararnos para el gran desafío demográfico: el rápido envejecimiento de la población.

Y debemos cuidar a quienes cuidan. Se requieren políticas claras de protección para los trabajadores de la salud, fortalecer la carrera funcionaria y establecer mecanismos efectivos contra las agresiones.

Finalmente, un seguro universal catastrófico debe proteger a las familias frente a enfermedades graves, bajo un sistema solidario que evite la ruina financiera por razones de salud.


Un diagnóstico claro para un futuro posible

La crisis sanitaria que vivimos es resultado de un diagnóstico errado durante años, marcado por dogmas, improvisación y gestión desvinculada de la evidencia. Pero salir de esta crisis es posible si logramos un acuerdo amplio, con políticas públicas centradas en el paciente y no en ideologías o intereses corporativos.

Chile merece un sistema de salud digno, moderno y eficiente. Las soluciones existen; lo que falta es voluntad y liderazgo político para implementarlas.


Santiago, 20 de noviembre de 2025


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