jueves, 4 de diciembre de 2025

¿Arreglemos la salud?… un gran acuerdo nacional

Jaime Calderón Riveros
Ingeniero Comercial (Fen Universidad de Chile)


Las concesiones son una herramienta trascendente en modernizar el sector salud donde concesionar la ficha única universal es un gran desafío de la ingeniería.

No importa si el gato es blanco o negro, si caza ratones, es un buen gato. Esta es la teoría pragmática de Deng Xiaoping, primer ministro chino que, a través de su visión, sacó a millones de chinos de la pobreza aplicando principios del capitalismo en un régimen comunista. Un ejemplo claro de que, más allá de la ideología, lo que realmente importa son los resultados concretos.

En Chile, lamentablemente, el fracaso de las políticas públicas en salud no es un fenómeno nuevo. Ha sido el resultado de décadas de un modelo de sanidad que no ha avanzado al ritmo de la tecnología, la administración moderna ni las demandas económicas del país. Este modelo, centrado en la idea de que la salud es un bien social exclusivamente manejado por el Estado, ha generado un estancamiento en la atención, y no ha logrado evolucionar hacia un sistema más dinámico y eficiente.

El enfoque histórico de la medicina, con grandes hospitales públicos y una estructura jerárquica de médicos formados por grandes maestros, ha sido admirable y sigue siendo digno de respeto. Pero el mundo avanza, y con él, los modelos de atención médica. Nace la medicina privada, las grandes clínicas e inversiones privadas, la creación de mutualidades, y la revolución tecnológica en la salud, con avances de magnitud mundial. Incluso el NHS británico, que comenzó en 1948 con la promesa de una cobertura universal, hoy enfrenta desafíos ante la creciente demanda, lo que ha dado lugar a la expansión de seguros privados.

La pregunta que nos surge es: ¿vamos a seguir haciendo lo mismo en Chile? Recordemos que somos un país joven, con poco más de 200 años de historia independiente. Tal vez ha llegado el momento de repensar y corregir el rumbo de nuestra salud pública. Un nuevo gobierno, como el que estamos a punto de iniciar, se presenta como una oportunidad única para sincerar los problemas y proponer soluciones reales.

Lo primero que debemos tener claro es que el objetivo de todo sistema de salud debe ser el paciente. Acceso igualitario, oportuno y sin exclusiones es lo que todos los ciudadanos merecen, independientemente de su situación económica, tal como lo estipulan los acuerdos internacionales suscritos por Chile. Este principio es el primer pilar sobre el que debemos edificar cualquier reforma. El juramento hipocrático de los médicos, que pone al paciente como el centro de la atención, debe ser el faro que guíe nuestras políticas.

En segundo lugar, tenemos a los trabajadores de la salud, que integran un sector multidisciplinario único, donde médicos, enfermeras, matronas, nutricionistas, ingenieros, arquitectos y economistas, entre otros, trabajan juntos. Es difícil encontrar un sector con la diversidad tan amplia de profesionales, lo que, si se maneja bien, puede ser una ventaja para el sistema. Sin embargo, uno de los grandes obstáculos que enfrentamos es la falta de cohesión en que cada gremio o profesional. La alta rotación de directores médicos, la resistencia a la modernización como por ejemplo las concesiones y tener gerentes profesionales empoderados en hospitales públicos son solo algunos ejemplos de la fragmentación que tenemos que superar.

Nos enfrentamos también a la politización del sector, con gremios que ejercen una presión enorme sobre las decisiones políticas y, en muchos casos, usan la salud pública como una plataforma para sus intereses. Esto debe cambiar, pues la carrera política y la gestión de la salud no deben entrelazarse. Chile necesita un sistema de salud gestionado con criterio de Estado, con visión de largo plazo y con una orientación clara hacia la productividad y la eficiencia.

En suma, el primer gran nudo de la reforma debe ser la creación de un sistema que permita que los pacientes elijan libremente el tipo de seguro y atención que desean recibir, ya sea público, privado o una combinación de ambos. Es fundamental que se legitimen tanto los sistemas de salud pública como los privados.La centralización del poder en el Estado, como si fuese el único dueño de la salud de los ciudadanos, debe terminar. El paciente debe ser el verdadero dueño de su atención.

El segundo paso es mejorar la calidad de la salud pública. Es necesario reformar la estructura orgánica del Ministerio de Salud, que todavía sigue un modelo de los años 60, y transformarlo en una institución moderna, con vicepresidencias ejecutivas, comités asesores multidisciplinarios y, lo más importante, hospitales públicos gestionados de forma profesional. Los hospitales deberían ser tratados como empresas de servicio público, con directorios y gerencias profesionales, capaces de atraer inversión privada y de beneficencia. Las concesiones juegan un rol sustantivo en racionalizar la inversión y no debemos olvidar la digitalización, que puede transformar la eficiencia y la productividad del sistema. Desde la implementación de una ficha única interoperable hasta un sistema electrónico de licencias médicas, debemos incorporar las herramientas modernas para gestionar la salud pública de forma eficiente.

Finalmente, la educación y prevención debe ser un pilar fundamental de la reforma. Crear un sistema integral de prevención sanitaria que involucre tanto a los centros de salud familiar como a las mutualidades y redes hospitalarias públicas y privadas. La obligatoriedad de exámenes preventivos y diagnósticos debe ser parte de nuestra cultura de salud. Diagnóstico por imágenes, mamografías, colonoscopias, consultas con especialistas y exámenes de laboratorio deben ser accesibles y promovidos, no solo por el sector público, sino también por las empresas privadas y las municipalidades.

Este gran acuerdo nacional de salud debe ser inclusivo, convocando a todos los trabajadores y profesionales de la salud a trabajar por un sistema que sea un verdadero orgullo para todos los chilenos. Solo con voluntad, liderazgo, tolerancia, y un firme compromiso con el bienestar de la población, podremos dejar atrás la división y construir un sistema que brinde acceso a todos, sin importar su situación económica o social.
 

Santiago, diciembre 4, 2025.



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